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domingo, 18 de diciembre de 2016

"Ritual" by Manuel J. Iniesta & Silvia Vicario Ruiz

"Ritual"
Ilustrado por Manuel J. Iniesta, Escrito por Silvia Vicario Ruiz

Aunque ya no hay sendero en esa parte bosque, los árboles crecen más juntos y la vegetación más espesa en algunas zonas mientras que en otras se abren en claros, como si señalaran hacia dónde seguir avanzando y dónde es mejor no adentrarse. Pero el pequeño humano se deja llevar por su amigo, con mejor sentido de la orientación, pero una incapacidad innata para elegir el camino más fácil. Entusiasmada por la aventura, la cabra trota y salta sorteando cualquier obstáculo para dirigirse donde le lleve su instinto.
El viento empieza a soplar más fuerte entre los árboles conforme avanzan, recordando vagamente este sonido a los susurros de los ancianos que fingen indignación mientras sienten nostalgia ante la espontaneidad de los críos. Y de repente, el sonido cesa al topar la cabra una roca, tan inesperadamente que el chico humano está a punto de caerse. El silencio cae en el bosque como una losa gigantesca. Se mantiene unos segundos, hasta que lo rompe un balido.
- Hola a ti también.
La voz nace en la copa de los árboles, pero no es la voz de un árbol. Los dos amigos miran hacia arriba para ver a una criatura antigua, probablemente testigo del propio nacimiento del bosque que atraviesan. 
- Un viajero tan cerca de su hogar -observa con curiosidad-, y otro tan lejos.
Su mirada pasa de la cabra al humano.
- ¿Sabes dónde está mi hogar? -pregunta el chico-. Yo aún no lo tengo claro.
- ¿No lo has encontrado allí donde naciste?
- Eso pensaba, pero entonces crecí -acaricia el cuello de la cabra mientras esta sigue explorando los alrededores-. Dicen que mi deber ahora es cazar a mi tótem para hacerlo mío y así convertirme en un adulto completo.
- Tu especie ni siquiera entiende todavía qué es un tótem. En algunas aldeas los cazan, en otras se los quedan como mascotas, y en otras hasta se han olvidado de ellos. No entienden nada. Piensan que eligen al animal, ellos mismos o incluso otro humano más "viejo y sabio" -sus palabras destilan más dolor que ira o impotencia-. Pero cuéntame, ¿por qué no seguiste tú sus enseñanzas?
- Porque él quiere vivir -la cabra sacude la cabeza y continúa arrancando hojas de un arbusto. El chico sonríe y se encoge de hombros.
La criatura del bosque observa con toda su atención, pensativa y a la vez fascinada.
- Podrías renunciar a ese ritual y seguir siendo un niño siempre -sugiere. 
- No quiero seguir siendo un niño toda la vida.
- ¿Por qué? 
Ahora es el chico quien medita su respuesta.
- Los adultos son fuertes e inteligentes, son dueños de su propia vida.
- Nada que no puedas tener sin pasar el ritual si así te lo propones. ¿Qué anhelas realmente de los adultos reconocidos como "completos"?
El pequeño tarda más en responder esta vez.
- Respeto -dice-. Poder -añade.
La criatura asiente, complacida por la sinceridad de la respuesta.
- Y sin embargo encuentras el precio demasiado alto.
- No. Encuentro que el precio es algo que no me pertenece, y por tanto no puedo pagar.
- Si te sirve de algo, entender eso te hace más digno de respeto que a cualquier humano adulto que se haya sometido a cualquiera de esos rituales prefabricados. Seguir órdenes puede conducir al poder, sí, pero también es el camino más corto hacia la pérdida de la libertad. 
El humano sonríe.
- Me sirve de algo, pero no de todo. No hui para ganarme el respeto fuera de mi aldea, ni para encontrar fuentes lejanas de poder. Hui porque quiero cambiar las cosas. 
- Entonces ni siquiera huiste. Estás creando tu propio ritual, para convertirte en tu propia persona. Solo te queda decidir quién es esa persona. 
- Lo que tengo claro es que no es alguien que aprende a matar, a dominar, o a olvidar sus sueños. Y que sus sueños no valen más que los de nadie.
Ambos compañeros de viaje se miran, y se entienden.
- Es un buen comienzo -dice la criatura del bosque-. No dejéis que nadie retrase vuestra búsqueda entonces.
El chico sonríe de nuevo, dejándose llevar por su amigo, que avanza entre los árboles, pasando bajo las patas de la criatura antigua. Ésta intenta advertirles:
- Por ahí no se...
- Encontrará el camino -asegura el chico.
Un alegre balido confirma sus palabras, arrancando una esperanzada sonrisa de unos viejos labios que llevan demasiado tiempo sin sonreír.


Ilustración: Manuel J. Iniesta
Relato: Silvia Vicario Ruiz