Escrito e Ilustrado por Manuel J. Iniesta
Alpha se acercó al altar tembloroso, sudando, temeroso de lo que pudiera acontecer, pero eran mas fuertes sus sentimientos, esos que lo hacían levantarse en plena noche para tocarse mientras pensaba en Omega.
Alpha no dejaba de mirar la estatua de su amado al lado del alto pensando que no hacia justicia a su bello rostro.
Aún así acerco su mano para tocar el rostro frio de su amado tallado en mármol, y no pudo sino esbozar una ligera sonrisa. Era innegable sus sentimientos, estaba enamorado de otro dios, y sabia muy bien lo que significaba eso.
En ese instante entró Omega, con su paso firme y autoritario. Sus sentimientos fuertes inundaban la sala como un néctar que podía saborearse. Se acerco a donde estaba Alpha y lo miró con desdén, pero sin evitar el sonrojarse.
Alpha lo notó y le sonrió, esto desmonto el corazón de Omega, que apartó la mirada, pero sentía como si se le fuera a salir del pecho.
Alpha le cogió de la mano y en un tono cálido de voz le dijo
“Ambos sabemos que no debemos, somos Alpha y Omega, dioses del fin, pero ¿acaso podemos pelear contra nuestros corazones?”
Estas palabras dejaron a Omega en catarsis. Casi sin controlarlo, acerco sus labios a los de Alpha y lo besó. Alpha sorprendido rodeo el cuello de Omega para non soltarlo y juntos se fundieron en un beso que iniciaría el final y principio de todo.
Omega agarró por la cintura a Alpha liberando de su túnica y dejando su increíble lanza al descubierto, Alpha hizo lo propio con Omega quedando los dos dioses desnudos, uno frente al otro, solo vistos por las estatuas del altar.
Cuando Alpha iba a acariciar la verga de Omega, este lo detuvo, no hubo tiempo de duda ya que Omega agarró del brazo a Alpha y lo llevo hasta sus aposentos, era la primera vez que estaría con su amado y merecía la pena hacerlo en sus aposentos y no tan vulgar como en un altar.
Ya los dos tendidos en la cama, empezaron a acariciarse. Alpha paseo su mano por los abdominales de Omega, casi como si los contara. Este se sentía totalmente a la merced de Alpha. Esta vez Alpha si bajó hasta su lanza y paseó sus dedos suavemente hasta que la agarró como si un mástil se tratara, cruzaron sus miradas y se besaron.
Omega siempre se sentía que Alpha lo dominaba, su carisma y carácter doblegaban al titán de Omega, pero a este ultimo no le importaba, estaba enamorado de él, por lo tanto, se dejó dominar, al menos esta vez.
Sabiéndose poseedor del control, Alpha, lo disfrutaba, y con su mano izquierda acariciaba el rostro de su amado, mientras deslizaba con su lengua hasta topar con la lanza de Omega.
Alpha introdujo la verga de Omega en su boca, recubriendo suavemente con su lengua. Este ultimo solo podía aceptarlo, y resoplar presa de su excitación y sobrepasado en su lujuria.
Con una pasión y una técnica digna de un dios, Alpha continuaba demorando la lanza de Omega, mientras su mano acariciaba suavemente los testículos de Omega, para que este ultimo no dejara de sentir su pasión.
Alpha se sabia poseedor de todo y con esa premisa continuó. Omega posó sus manos sobre la cabeza de Alpha a lo que este respondió acelerando sus movimientos. Omega se retorcía de placer, cada fibra de su cuerpo media vaciarse en ese momento, y no pudo aguantar la pasión de su amado, cuando éste en un grito de pasión, vació todo su ser sobre la boca de Alpha, que sin inmutarse solo se relamió como si disfrutara del mas preciado de los néctar de los dioses.
Y sonrió, esa sonrisa, enamoraba a Omega y lo enloquecía de placer.
Alpha levantó suavemente las piernas de Omega e introdujo su pene en su interior. Ambos gritaron de placer al sentirse por fin tan unidos. Los dos lo deseaban con toda su pasión, como dejaban claro las embestidas de Alpha. Ambos amantes sudaban todo el placer que se estaban profesando en ese momento, se sentían el centro de la creación.
La verga de Omega volvió a erigirse, por lo que Alpha sin cesar en sus embestidas, al mismo tiempo la agarró y empezó a masturbar a Omega. Alpha agarró la cadera de Omega con la mano que aún le quedaba libre, acomodándolo, para permitirse un punto de apoyo mientras penetraba a Omega.
La habitación ardía, la temperatura, subía y el clímax del apocalipsis se aproximaba. Ambos amantes notaban el calor del ambiente, lo que aumentaba de sobremanera su excitación y pasión. Alpha notaba que no podría contener su orgasmo mucho tiempo, por lo que aumentó más el ritmo de las embestidas. En ese instante ambos amantes se gritaron al unísono
“TE QUIERO”
Y justo en ese preciso momento, en esa partícula de segundo exacta, en un gesto conjunto, un grito ensordecedor de ambos inundó la habitación.
Los dos amantes volcaron todos sus sentimientos al unísono uno en el otro, se miraron, se besaron, se amaron, aún excitados por sus sentimientos.
Era amor verdadero, pero todo amor conlleva una consecuencia.
Alpha y Omega, nunca debieron estar juntos, el inicio y el final nunca debieron tocarse y el universo colapsó alrededor de los amantes. Devorándolo todo en una implosión que acabó con cada rastro que los rodeaban.
Pero como en toda destrucción, hay un punto de creación. Y una partícula se creó, y de ella la vida nació.
Casi como si el amor de Alpha y Omega le hubiera insuflado vida.
A este colapso olvidado de dos amantes se le llamo con el tiempo Big Bang, pero recordemos que esta historia de amor aún siendo prohibida, era tan hermosa que el propio cosmos decidió crear vida a partir de ella.